domingo, 8 de junio de 2014

Una licencia autobiográfica

Tres o cuatro chicas corren por el patio de un colegio. Hace frío pero sólo llevan un suéter sobre la camisa blanca y la kilt. El colegio es sólo de chicas. Una de ellas -no recuerdo cuál- acaba de recibir una carta de amor. Dos, tres chicas se encierran en el baño para leer esa carta cuya destinataria muestra entre nerviosa y excitada: nunca antes había recibido una carta. Ella, ni ninguna de las que abren el papel y leen, leen y se ríen, felices. Alguien abre la puerta del baño. Escucha risas, comentarios. Es evidente que hay más de una alumna en el pequeño cubículo. Quizás se agacha, puede ver tres pares de pies asomar por debajo de la puerta. Los zapatos acordonados, las medias azules. (Parece una escena de Ciencias Morales, la novela de Kohan, pero no lo es). La directora ordena que abran la puerta y salgan. Lo dice en inglés.  Open the door girls, open the door inmediately, dice. Mientras las chicas corren el pestillo de la puerta, la directora -una mujer de más de cuarenta, muy blanca, con un par de jeans y suéter a rombos- quizás se mire en el espejo, se acomode el pelo corto, cortísimo, detrás de las orejas. Tienen que salir, vuelve a decir, en inglés y con más énfasis. Las chicas tienen doce. Alguna, quizás, ya cumplió trece. Abren la puerta. La carta pesa como una piedra en el bolsillo de alguna, no importa cuál. Una a una tienen que explicar qué era lo que estaban haciendo, porque se habían encerrado en el baño. La carta no parece motivo suficiente -¿habría la directora recibido, alguna vez, una carta como esta? ¿o lo que estaba imaginando era algo mucho más picante, mucho más interesante para sancionar, al menos a las primeras dos alumnas?-. La directora insiste: qué es lo que estaban haciendo en el baño. Aunque está enojada, su bronca, su rabia no está dirigida con igual fuerza hacia las tres. Es hacia la tercera que lanza miradas de odio. Porque jamás había tenido, antes, que llamarle la atención. Es a la tercera a la que está dirigido un reto que más que reto es otra cosa, algo peor, como le dirá más tarde, en inglés: jamás imaginé una cosa así de vos, jamás pensé que me podías decepcionar así. 

Pienso en esto cuando, en un mail, escribo: "suelo ser sumamente responsable pero..." como frase para justificar la renuncia a una tarea. Juro, prometo, me propongo, jamás volver a escribir una frase como esa. ¡Salud!


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