lunes, 25 de julio de 2011



Las vacaciones de invierno tienen esto: volvés a la sensación de que el año se divide en dos, que hay un antes y un después de julio y, aunque vas y venís con los niños a todos lados te sentís un poco, apenas quizás, también, de vacaciones. Pintar en casa, armar rompecabezas, dejar que se queden despiertos hasta tarde, ir al teatro: relajarte. Y, por ejemplo, volver a escribir poemas. Como si estuvieras de cara al mar o a la montaña, el ocio, aunque no vaya a durar más de un par de días, me permite, por ejemplo esto: dejarme llevar e inaugurar el cuadernito con floripondios en la tapa que reservaba vaya a saber para qué. Así estamos: en un período de inusitado optimismo donde todo, incluido escribir sin más, por qué sí, lo que se me da la gana, parece posible.

domingo, 24 de julio de 2011

Domingo: I'm back

De pantuflas y bata sentada frente a la biblioteca elijo libros para mis cuatro o cinco días de vacaciones urbanas y con niños pero vacacione sal fin. ¡¡No tengo nada que leer ni escribir por trabajo!! Entonces reordeno apenas mi biblioteca, recorro con la vista los estantes. Digo: los italianos acá, los alemanes -que no leí sino que son propiedad casi absoluta de S- para allá y me meto en la cama con una selección para nada arbitraria: es lo que pienso leer y leer estos días en busca de inspiración. Quasimodo. Un poema de Laura Wittner que salió en el último Diario de poesía (porque hace rato que quiero escribir sobre la playa y ella lo hace tan bien!!), John Ashbery y, cuando lo encuentre, mi querido Bonnefoy. Vuelvo a las fuentes. A meter en una bolsa todo lo escrito hasta ahora darlo vuelta y ver qué sucede.