sábado, 5 de febrero de 2011

Sábados de poema

Tengo la mañana del sábado para mí. Así que aquí va un poema, sin corregirlo demasiado, aviso, así, como no deberá subirse, en crudo; pero admito que esta es la función del blog. Subir cosas o cositas, probarlas, leerlas, uno mismo así en la pantalla y después decidirles la suerte. Así que probablemente en los días siguientes el poema vaya mutando de forma o vaya uno a saber.


Lucio

¿Y qué decía yo, qué decía?, y después
¿hacia dónde corríamos?, ¿y quién rodaba colina abajo
yo, mamá, qué hacía? Juanele hubiese escrito un hermoso poema
con este empeño tuyo por desglosar la realidad, abrirla
como si se tratase de llegar al corazón de una nuez. Y es cierto, el día está tan lindo
que todo parece posible; un poema, una carrera a través de eso que vos
y los demás chicos llaman, la colina. Pero sería necio no advertirte
que suelen tener mejor suerte
los hombres que no se empeñan en recordar lo vivido, que ruedan
cuesta abajo o trepan –poco importa, si de caer lo harían
sobre el pasto prolijo del club- pero que no giran la cabeza
cada dos por tres para ver las pisadas todavía frescas,
el pasto apenas inclinado. Corré, te aliento, corré que también va Iñaki
pero no lo digo en voz alta porque sé que de alguna extraña manera
confias más en un relato confuso y mío que en el valor de la experiencia;
entonces el ritual es decir el pasado inmediato
desgranarlo juntos en el camino de regreso a casa: dijiste que vos también los perseguirías
que ibas a subir con la rama la colina
y en el apuro Iñaki cayó cuesta abajo y le dijiste, vení
volvamos
y desde arriba planearon otra vez la salida, rodaron
cada uno con su arma y sobre el pasto, solitaria
la carrera de los dos me pareció heroica.



Idem anterior: de un incierto pero futuro libro

1 comentario:

Mercedes Araujo dijo...

Hola Caro, mañana de sábado para visitar a las amigas, qué lindo leerte, y así, en proceso de escritura. Lo sublime en lo cotidiano. Gracias por compartirlos.
Beso.
dd