sábado, 9 de octubre de 2010

Las cebras de Mercedes Araujo

A ver: son las nueve de la noche y con la excusa de: voy a sacar del freezer una carne para mañana y apago la compu, no? me vine corriendo a la cocina y al cuartito que hay al lado del lavadero, es decir a lo que llamamos escritorio. Saqué la carne y estaba por apagar la compu cuando me encontré -es decir: me puse a mirar blogs vecinos y la encontré- esta foto en el blog de otra amiga, Mercedes Araujo. Todas las fotos que publica y que saca ella son buenísimas. Pero esta... es increíble. La textura del pasto, o deberíamos decir hierba, porque pasto es lo que hay en las plazas, en el fondo de casa, esto es como una sucesión de líneas dibujadas a plumín, con la dedicación del dibujante hiperrealista y después las cebras superpuestas a la minuciosidad de ese suelo, con sus rayas definidas, tan plenas de color. Ese contraste entre el fondo y la piel del animal, su relieve, hace de la foto algo impactante. Dos de las cebras miran la lente de Merce, es decir que ahora nos miran a nosotros. Son imponentes pero a la vez hay algo de hijos o de hijas en la manera en la que clavan esos ojos redondos y pequeños. El blog es cartas desde el jardín. Y dan ganas de que Merce me invite a ese mundo a tomar un té, prometo no pisar las margaritas, ni molestar demasiado al perro.
Ya sin excusas, o colmada mi curiosidad por esta noche, me voy a dormir.

Súbito "este es el fin"

"Siempre me divierten tus estados de súbito este es el fin", me escribe una amiga, cuyo blog calurosamente recomiendo tierrastroll.blogspot.com (y su novela El molino editada hace unos años por Bajo la luna), en referencia a mis posts. Me dió mucha gracia, porque tiene razón: será que me cuesta tanto encontrar el tiempo para escribir en el blog (el hecho de que me hayan bloqueado lel acceso en la compu del laburo ciertamente colabora en esta dificultad) que cada vez que lo hago siento que va a ser la última. Eso sumado a mi percepción de la realidad: siempre en el límite con lo dramático (herencia clara de mi madre). Por suerte -¿o gracias a Dios?, qué dilema para un sábado a las 5 de la tarde- estos estados se combinan con días y días enteros en los que voy de acá para allá medio tentada de la risa. Digo: la realidad cuando uno logra no tomársela personalmente es muy cómica. Claro que cuando uno esta de malas es imposible no ver el maquiavélico plan gestado en contra nuestro, después de todo el sistema laboral es injusto, la paga es poca, las relaciones siempre son asimétricas, etc, etc, etc. Pero si uno logra tomar distancia, separar la paja del trigo y convencerse -no resignarse, eh, eso no, siempre vendrán días medio bajón para que uno recupere su justo enojo- de que hay cosas con las que, por más rabia que den, seguiremos lidiando, es posible tener un tono más celebratorio. En fin. Una recomendación par el fin de semana: Hebe Uhart.

domingo, 3 de octubre de 2010

¿No escribo, escribo poco, qué escribo?

Últimamente tengo la sensación de no estar escribiendo nada. Paradójicamente se trata del momento en el que más trabajo tengo: es decir cuando más tengo que escribir por encargo. Y sin embargo -o justamente por eso, nada de poemas, nada de ficción. Siempre fui terriblemente dramática de manera que hay una vocecita interna que me dice: este es el fin, estás atrapada en las redes de la escritura utilitaria, caíste en tu propia trampa. Claro que después reflexiono y pienso: escribir es, después de todo lo que más me gusta hacer, así que, mientras tengo pocas ideas para escribir "lo mío", escribir según el tono de otro, al menos ejercita la mano. Pero, ¿qué es lo mío? Cuando trabajaba en una multinacional atendiendeo el teléfono, me decían: "Claro, no es lo tuyo" La misma frase se replicó exacta en al menos otros 6 trabajos que tuve a lo largo de mi vida laboral. Que no fuera lo mío me habilitaba a estar medio frustrada, enojada, de mal huor, esperando esa oportunidad de, finalmente, trabajar "en lo mío". Y ahora, que lo mío sigue siendo un tiempo lejano -quizás más accesible- pero imposible pienso lo siguiente: entre tanta escritura por encargo, entre tanto "periodismo" -aunque nunca pueda denominarme a mi misma periodista sino más biene escritora o escribiente o escribidora, ojalá existiera un mote para denominar a quien escribe y quitarle todo misticismo- lo mío son los restos. Los restos de la información: esas descripciones largas, esas largas vueltas del lenguaje, esos recovecos. Por eso me persigue la sombra de alguna novela que alguna vez comencé a escribir y nunca terminé. Pero gratamente: porque se trataba de seguir al lenguaje. Por eso me gusta Chejfec. Por eso amo a Saer. Por eso, supongo, escribo poesía. Porque la literatura es un lujo. Y así la entiendo. Lo mío, supongo, ese territorio siempre un poco más allá, siempre un poco postergado, siempre ahí, es ese espacio residual de las historias. Ese lujo -y no por lujoso, brillante o costoso en cuanto "de gran valor". No. El lujo es también lo que se deja de lado, lo que sobra, lo que la máquina trituradora de historias obliga a descartar´.
Y aquí dej de escribir: afuera hay un sol perfecto.