martes, 22 de diciembre de 2009

Librerías!

Dicen que vieron el libro en Zivals, en la Boutique del libro de Palermo; está en Paidós; y yo lo vi en la vidriera de Norte, ayer. Feliz de terminar el año así!

miércoles, 9 de diciembre de 2009

La mejor manera de pasar el tiempo 1

Pienso mucho en la frase que le da título a este post. Empecé -o había empezado antes de nacer Mateo- a escribr algunos poemas alrededor de la letanía: ¿cuál es la mejor manera de pasar el tiempo? Mi realidad hasta hace muy poco era un tiempo detenido, el de amamantar a un bebé. Sigue siéndolo sólo que, en la medida en que incorporo actividades a nuestra rutina, todo se acelera. No sé si es una categoría del tiempo pero sí conlleva una forma de percepción. La experiencia más signficativa en relación a esto la tuve en el vestuario de un club. Aquel día entré al vestuario cuando estaba desierto. Me acomodé de espaldas a un espejo y de frente a otro. Me senté sobre una especie de banco que debe servir para guardar todo eso que las "profes" usan con los chicos en las actividades acuáticas. Puse la mente en blanco o me focalicé en los ojos de Mateo y después más allá, en un punto cualquiera de esos que flotan alrededor de una cuando no hay nada urgente en qué pensar. Pero casi instantáneamente el vestuario del club se llenó. Empezaron a llegar mujeres, en todos los tamaños y de todos los tipos. Con los cuerpos más variados. E inmediatamete se desvistieron y volvieron a vestir pero en lugar de usar la ropa de calle con la que llegaban algunas eligieron bikinis, otras mallas enteras, las más niñas una bombacha con globitos. Todas hacían los mismos movimientos. Madres peinaban a sus hijas. Les ponían gorras de baño que hacían imprescindible aplastar, alisar. Guardaban, luego, la ropa. Yo seguía con mi régimen del tiempo. Pero alrededor todo era movimiento. Luego, así como llegaron se fueron, previo dejar los bolsos en el guardarropa. Yo miraba porque el punto fijo que tenía frente a mí, el vacío, era de pronto un lleno. Y no era nada de la índole de lo femenino o de lo mujer lo que tenía frente a mí, sino de la actividad más pura.
Mateo ya tiene -casi-tres meses. Cuando no salgo con él, siento la necesidad de aclarar que tengo un bebé de casi tres meses. Quizás porque quiero llevar conmigo esa forma el tiempo. A mi interlocutor -salvo que se trate de otra mujer o un hombre con hijos- pocas veces le interesa. El lunes, sin ir más lejos, salí de la clase de gimnasia. Me sentí en la obligación de decir: tengo un bebé chiquito. Quizás sea que lentamente estoy entrando en el ritmo ordinario -iba a escribir natural pero lo único natural, hoy es el ritmo de Mateo- del paso del tiempo. Peor aún: en el ritmo de las fiestas. Casi como si se tratara del fin de un episodio de aquellos de Batman, arrojo la pregunta: ¿podrán Carolina y Mateo permanecer inmunes? ¿lograrán sobreponerse al ritmo vertiginoso del mundo?

Temporada: el libro posa en diferentes lugares de mi casa