miércoles, 25 de noviembre de 2009

Temporada de invierno: ya salió!


Luego de una larga espera, por fin, tengo el libro entre mis manos. Lindísimo el color, el diseño. Eso al menos es lo que puedo decir yo. Gracias a Bajo la luna! Del resto tendrán que opinar los demás. Acá en la foto, el libro posa delante de la biblioteca. En librerías a partir de la semana que viene.

viernes, 20 de noviembre de 2009

La niñez sobre el escenario

Ayer fue el acto de fin de año de mi hijo de tres años. Tres años apenas cumplidos. Lo que yo llamo “acto de fin de año” en el jardín lo llamaron “concert” y se llevó a cabo en un teatro. A mi hijo como a casi todos le gusta bailar. No tanto disfrazarse pero sí, bailar. De todas maneras con S sabíamos o intuíamos que algo iba a pasar en el concert/ acto de fin de año. Y pasó. Lucio fue un sapo pepe feliz pero no estuvo tan contento en el número final cuando todos los chicos disfrazados y junto a sus maestras cantaban una canción. Parecía perdido entre tanto disfraz, entre tanta puesta en escena, estaba cansado, se quería ir.
Aclaro que yo estaba emocionada desde antes de que los chicos del primer número salieran a escena. Es decir: suelo emocionarme fácil con este tipo de situaciones. No es que las paso siempre por el tamiz de la crítica. Así que cuando vi a los chicos disfrazados sobre el escenario, no pude dejar de llorar. Pero, me doy cuenta hoy, un día después, no era tanta la emoción sino la empatía con esos chicos tan, tan chicos que se paraban sobre el escenario para que nosotros los fotografiáramos, los filmáramos, lo miráramos. La niña disfrazada de bailarina me resultaba tierna pero al mismo tiempo me daba un poco de pena. ¿qué nos mostraba? ¿para quién se había subido al escenario? ¿y el chiquito que bailó toda la canción tapándose los ojos con las manos? Había algo de la niñez puesta en escena ahí, para nosotros los grandes que no era gracioso, ni simpático; más bien mostraba cierto estado de las cosas. Poner a los niños sobre le escenario para que nosotros viéramos ¿qué? Bueno sí, me gustó ver a mi hijo disfrazado y bailando; pero quizás me hubiese gustado verlo en medio de una fiesta, una kermese, no sé un espacio que no estuviera dividido por un escenario. Los niños en el teatro parecían estar actuando-bailando para nosotros: sus padres. De hecho lo hacían. Y yo no quisiera que mi hijo de tres años hiciera nada por mí. El concert era para los padres. Pienso en el niño que se quedó llorando sobre el escenario, como si lo que él tenía para mostrarles a sus padres fuera eso: su llanto, su descontento. Porque no se bajaba. Pero tampoco dejaba de llorar. Sentí, también, que era testigo del mundo privado de estos niños. De su manera de decir esto me gusta o esto no me gusta. De su timidez, de cierta desnudez de sus emociones. ¿Por qué habría yo de ser espectadora de su mundo?
Mi madre, que estaba ahí –y con quien tuve un previsible enfrentamiento al final- dice que analizo demasiado. Mi padre, que debería mandarle una carta a la directora del jardín felicitándola por todo el evento. Ambas reacciones me llevan a pensar que mi reflexión, quizás, esta vez, vaya por el camino correcto.

lunes, 9 de noviembre de 2009

I miss House

Pasé los últimos tiempos del embarazo mirando Dr. House. Dan la serie todos los días de 12 a 1 de la mañana y yo, plenamente desvelada, no me lo perdía nunca. Ahora, con el niño entre mis brazos a veces me encuentro con la silueta ladeada de House a las 5 AM-horario en el que también lo repiten- pero son las menos. Así que lo extraño. Quizás como síntesis de otras cosas que extraño: escribir, leer, dormir. Pero sería injusto no decir que el pequeño Mateo me tiene tan embobada que, en el fondo, celebro no querer hacer nada más que cuidarlo.
La maternidad suele tener mala prensa, aburre, genera comentarios luego de este estilo: "escribe sobre sus hijos desde que es madre", o "por suerte no escribe sobre sus hijos desde que es madre". Aunque recuerdo un libro de Laura Wittner sobre sus paseos en la plaza con un niño, que son preciosos. También de Silvio Mattoni, aunque el es hombre y la paternidad suele pensarse menos melosa. Así que regresemos al hermoso House. Pensé varias cosas sobre la serie durante los meses en los que vi tantos capítulos atrasados. Por ejemplo: que parte de su encanto radica en la explicación "orgánica" que siempre está ahí, escondida en algún recoveco del cuerpo del paciente y que House encuentra -casi- siempre al final del episodio. Eso es tranquilizador. Es decir, que exista una respuesta siempre tranquiliza. Sobre todo para los que descreemos de la medicina. Sin embargo para el mismo House la vía para llegar al cuerpo es el comportamiento del paciente: lo que esconde, cómo se relaciona con el otro, etc. Se escribió tanto sobre el tema que mi comentario probablemente repita algo dicho en algún lado, pero tenía que escribir algo sobre el tema aunque más no sea por refrescar un poco este blog casi caído en desuso.
Una buena para compartir con quien sea que visite este blog -hace tiempo que algo pasó con el contador de visitas y no tengo idea si alguien entra o no, para colmo parece que la onda ahora es Twitter y que el blog es algo así como un canal oficial de pocos adeptos entre los siempre jóvenes poetas-: mi libro, Temporada de invierno, está en imprenta. Algo muy, muy esperado por mí.