domingo, 26 de octubre de 2008

Como en un cuento de Lorrie Moore



lees en el diario de ayer
que tu cantante preferido -digamos Tom Waits
estuvo en la ciudad.
Mirás las fotos del concierto al que no fuiste
y el mundo se te cae literalmente encima.
Tu marido te mira incrédulo
pregunta, ¿Tom Waits era tu cantante preferido?
En realidad no lo sabés
pero decís que sí, repetís que sí
como si en eso se te fuera la vida
mientras revolvés entre los discos
que eran tuyos, que eran de él y que hoy son una pila
anónima y confusa.
Te pasás el viernes buscando algo de Tom Waits;
encontrás Swordfishtrombones.
La palabra larguísima, impronunciable.
Ponés la primera canción
los instrumentos te golpean sin lógica alguna
sabés que no es lo que más te gusta de él
pero dejás que siga su curso
y defendés
a capa y espada cada uno de sus acordes.


El título del poema hace alusión, sobre todo, a un libro de Lorrie Moore (Nueva York 1956): Self Help (Autoayuda). Creo que todo el libro está construido alrededor de una segunda persona (vos-tú) a la que se aconseja parodiando un libro de Autoayuda.

miércoles, 22 de octubre de 2008

No lo digamos

Siempre he sufrido cuando me preguntan de qué trabajás, o lo que es peor: ¿vos sos.....? A diferencia del médico o el ingeniero o el docente que, si la suerte le ha sido favorable, trabaja de lo que estudia (es decir es abogado y trabaja de abogado -el verbo ser, por supuesto ,es de lo que aquí se trata), yo nunca trabajé de lo que estudié. Quizás ahora esté lo más cerca que pueda estar de que coincida mi licenciatura en letras con mi trabajo remunerado. Aunque esperemos que no sea así, de verdad. Sin embargo, hoy por hoy soy meramente una empleada. Atiendo llamadas, anoto reuniones en la agenda, paso mensajes. Por esto recibo la mayor parte del dinero a fin de mes. El resto llega de las colaboraciones.

Cuando escribo y me pagan por eso, en general son artículos que nada tienen que ver con la literatura. A veces sí. Pero no es la mayor parte del tiempo. Son historias de vida, notas de interés general que me obligan a hacer entrevistas, averguar datos. Me gusta. Sin embargo no diría: soy periodista. Me falta formación, me falta dedicación exclusiva. ¿Qué soy entonces? ¿Escritora? No lo diría tampoco. Quizás debiera, al menos para creérmelo; pero no lo diría. Como buena hija de un comerciante del Once, bien clase media no puedo evitar asociar la definición de una profesión con la del trabajo remunerado. ¿Me pagan por ser escritora? Si asocio la palabra "escritora" con la literatura, tengo que decir que no. Me pagan por estos artículos que nombraba antes, pero por las horas que paso frente a la compu escribiendo narraciones y poemas, no. Y antes de que el lector piense esta chica: al analista! (sí, hablo de estos temas e terapia), voy al grano. Nadie me paga por escribir poemas. Poemas. Aquí va la cosa.

A diario escucho que la gente dice: soy poeta. Y a nadie pareciera incomodarle la facilidad con que se suelta la frase, a modo de presentación, en cualquier encuentro. Sí, soy poeta, dice un hombre en un bar y comienza a leerme uno de sus poemas, a media voz y con la garganta quebrada. Que a uno le paguen o no por lo que hace puede ser un tema que sólo para mí sea una cuestión digna de, al menos, pensar en cuanto a definición propia. O del ser social. Y admito que me faltan elementos para llevar la cuestión al fondo. Pero, de todas maneras, un pedido: no lo digamos. Nos pone a todos demasiado cerca, demasiado en la misma línea. Gruss, Bellesi, Carrera y ¿yo? Ya sé que el yo es como el ícono de la nueva literatura. Pero mejor que sean, eventualmente, los demás los que nos definan como poetas. O que no sea nadie. Definámonos por nuestras otras actividades. Que se yo... vendedor de pinturas, secretaria, traductor, bancario, lo que sea. Si es eso probablemente lo que constituye una parte fundamental de nuestro mundo, de nuestro quehacer diario. Al menos para no ser todos tan iguales, tan poetas.

domingo, 19 de octubre de 2008

Mi poema sentimental

Silvio Mattoni escribió unos increíbles Poemas sentimentales (Siesta) yo no pude evitarlo y hace un tiempo escribí el mío.

A Lucio

Acaricio el libro que traje a la cama.
Lo palpo como si fuese ciega
e intentara reconocer las letras
en el relieve mínimo de la tinta.
Mattoni habla de sus hijas.
Son versos dichosos
pero hoy me parecen terriblemente tristes.
¿Soy la madre mala de los cuentos?
¿O la mala lectora?
Dormís hace sólo un rato
y en lugar de celebrar mi merecida independencia
sopeso un libro ajeno: tapa, contratapa, precio
más presentes para mí que el poema
las hijas, el viaje en auto. Leo
versos sueltos pendiente de una respiración
apenas audible. Llamo por teléfono, miro tele
suspendo toda valoración sobre el libro
lo acomodo al lado de otros
que nunca terminaré de leer, tan similares
en tamaño a este, a vos
antes de pertenecer
como todos
al transcurso de las horas y de los días.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Dos poemas

INVIERNO 2002

Como en el momento del despegue
con la espalda presionando el respaldo
resisto la inercia del recuerdo.
Lucho contra la garra de un cóndor
que quiere llevarme de vuelta.


SIN TÍTULO

Lo que guardamos
celosamente en invierno
sale a la luz en primavera.
Hilachas, pelusas
polvo
que ahora vuela
dorado como polen.
Así nacen malos poemas
sobre el aire libre
la tibieza
y el devenir flor
de lo que cerrado
podría guardar algún secreto.

lunes, 6 de octubre de 2008

The shy author



Beckett. Dice mi amiga Mariana Kosmal que Muleiro lo nombró
en la presentación del libro de Marina Serrano, La diástasis de las tibias largas.
Así, a un costado de todo. Me gusta esa idea del escritor
que no está en el centro y mucho menos en el centro del espectáculo.