viernes, 29 de agosto de 2008

Colonia, work in progress

Una quisiera estar sola frente al agua y el cielo. Que la vista no tenga que sortear cuerpos y rostros ávidos por ver el puerto de Colonia, la ciudad vieja. Si sólo se ve niebla; y río y cielo son, en este mediodía, lo mismo.
Ir al ras del agua es lo que permite que el viaje dure tan solo una hora. Los chicos gritan ¡ya llegamos! pero todavía no, falta un poco más de blanco y gris amarronado que es lo único que se ve desde las ventanas. Y aún así una quisiera estar sola frente al agua y el cielo. Comprendo que estoy sentada del lado correcto del barco, que hoy, es el equivocado. Estoy del lado de Colonia. La gente se pone de pie y camina entre las filas de asientos para poder ver el momento de la llegada. Quedo encerrada entre varias personas y no estoy ni por asomo sola, como quisiera.
Estamos llegando. Ya no se puede, entonces, leer la novela, hay que aprontarse como dicen los uruguayos, hay que prepararse para el desembarco. La situación pide una cuota de ansiedad, que aunque todavía falta –estamos llegando- una se levante, bolso en mano y se dirija a la puerta. O permanezca como indica la voz del alto parlante, en su asiento, expectante. En todo caso lo que el momento pide es cerrar el libro, guardarlo y disponerse a vivir la experiencia de la llegada. Porque todavía no llegamos pero es como si ya lo hubiésemos hecho. Aunque los movimientos del barco, ahora, sean más complejos que aquel primer deslizarse –esa velocidad crucero- al ras del agua, aunque ahora sí, el comandante deba demostrar algún tipo de destreza o habilidad porque no cualquiera sería capaz de ubicar al barco en la posición justa; para todos, el viaje ya ha terminado. Por un instante una quisiera no haber sacado pasaje en el buque rápido. Eso que, los días anteriores a la travesía nos parecía maravilloso –el barco tarda solo una hora- hoy nos parece una picardía, casi una barbaridad, un despropósito. No hemos apoyado los pies en tierra firme y ya sentimos nostalgia del viaje, simple melancolía por lo que termina apenas empezaba.

jueves, 21 de agosto de 2008

Supimos hacer de la orilla una casa
a la altura de las circunstancias
pensamos: nada puede llevarnos de vuelta
estamos a salvo
y nos dimos a la tarea de construir una familia.
Nuestros hijos crecerían entre juncos
les lavaríamos el barro de las piernas
cuando atravesaran descalzos la laguna.
El frío, como un pájaro de mal agüero
habría quedado atrás, olvidado
en una bolsa de plástico negra
a los tumbos por la montaña.
Cuento los días que faltan para la primavera.
Pero algo me dice que no vendrán tiempos mejores.
Acuno, doy el pecho –mi parte más preciada
enseño a balbucear primeras palabras;
endurecida la mandíbula
los ojos fijos en una imagen que se yergue
detrás de mí, o sobre mí
o sobre todos
mi hijo se despereza.

miércoles, 20 de agosto de 2008

Amsterdam

¿Cuándo se escucha la voz del otro (el otro amado), en el teléfono, desde la cocina, en medio del ruido de la calle, o desde cerca, cerquísimo, acá nomás, desde dónde habla? ¿Cómo llega esa voz? ¿qué la atraviesa? ¿qué ve del otro esa voz? Es un poco la pregunta de Barthes en Fragmentos... pero a la mexicana y con una dosis de nostalgia llena del smog y los ruidos del DF. Amsterdam puede ser el país al que nunca se llega o la cabina telefónica del otro lado de la calle. Junto a Budapest, de Chico Buarque -otro de los libros que leí recientemente- éste es altamente recomendable.

domingo, 17 de agosto de 2008

Durante días estuve escribiendo en papeles diminutos
cosas terribles sobre vos
parecía una gitana esparciendo insultos
en boletos de colectivo, entradas de cine.
Era como aprender otra lengua
empezando por lo más vulgar
y atribuírtelo todo a vos.
Esas palabras me redimían
y después de cenar
te abrazaba debajo de las sábanas
como quien se aferra a un barco que se hunde.

sábado, 16 de agosto de 2008

La mejor

Hebe Uhart: soy tu fan

viernes, 15 de agosto de 2008

Y sí....

Carver: soy tu fan
Fue uno de mis primeros encuentros
con la literatura. Me lo recomendó un vendedor de Fausto
un día que pasaba por ahí a la salida del colegio.
Hace un tiempo leí en Ñ que Tato Flores Cárdenas -el director de Catedral
una versión en teatro del cuento- recomendaba o estaba leyendo
A new path to the waterfall increíble libro de poemas donde
Carver relee en clave poética a Chejov entre otros.
Pasen y vean:
Catedral en el Abasto Social Club
dirección y dramaturgia: Martín Flores Cárdenas
reservas: 4862 7205 Humahuaca 3649

jueves, 14 de agosto de 2008

En la misma tónica del anterior: new poems

Un día, te prometo, voy a quedarme en casa
a coser todos tus botones.
Sacos, camisas, contaré los ojales
buscando en cada prenda la pieza que falte;
no voy a conformarme con que se adapte a las otras
deberá ser igual, idéntica en color y tamaño.
Un día, te prometo, voy a ordenar los placares
quiero poder responder algo cuando preguntes
dónde esta tal o cual cosa.
Y un día, también
haré los dobladillos que hoy improvisás
plegando la tela para adentro
en un simulacro que a veces falla
y deja entrever mis pocas cualidades de costurera
y tu casi nula capacidad para mentir.
Quizás le encuentre el gusto
a quedarme junto a la ventana
enhebrando la aguja
arriba y abajo, la mano con el hilo
concreto
ya no el imaginario
sino el que en la práctica existe
transparente sí
casi invisible
azul sobre azul, negro sobre negro
y ensimismada en mi labor
quizás renuncie a todo lo demás.

martes, 12 de agosto de 2008

El Tilo

Aira: soy tu fan.

domingo, 10 de agosto de 2008

Preludios

Debussy: soy tu fan.

sábado, 9 de agosto de 2008

Nuevos poemas

Todo lo que queremos
está dentro del perímetro de esta cama, dije
dos metros cuadrados suspendidos
a treinta centímetros del suelo.
Soy un niño, repetía Lucio
mientras jugaba con una moneda.
¿Y yo? Podría seguir un rato largo
ensayando estos ejercicios
de estiramiento, patas para arriba
sobre la apelmazada resistencia del colchón.
¡Niño! gritaba Lucio
y saboreaba la palabra extranjera escuchada en la tele
el español lejano al castellano de nene
o chico. ¿En qué idioma hubiésemos hablado
de quedarnos por siempre en esta cama?
Nos encontrarían muertos a los tres
los ojos fijos, dulcemente adormecidos
en nuestro bucólico paisaje de clase media.
Así dicen se muere de hambre:
el cuerpo entra en una ensoñación
y se abandona a las visiones
como quien en medio del desierto
imagina un oasis.
No soportaríamos el hambre, dijiste
y fue tu manera de negar mi primera frase.
No, no todo lo que queremos esta contenido
en el perímetro de esta cama.
Antes de abandonar el libro que leías
plegaste con prolijidad una de las hojas,
Lucio bajó en una pirueta de la cama
y yo me dispuse a guardar
juguetes, ropa
y a dejar fuera del alcance
del niño
monedas o botones.