martes, 29 de enero de 2008

"Ask her if she still keeps all her kings in the back row"

Estoy releyendo The Catcher in the Rye (Salinger). Lo leí en el colegio, no recuerdo en qué año, pero poco a poco me vienen a la memoria nombres y sensaciones que tuve al leerlo en plena adolescencia. Por ejemplo el nombre de Jane Gallagher.
Holden, el protagonista, a quien acaban de expulsar del colegio está charlado con su compañero de cuarto, un chico buenmozo, canchero que se arregla para una cita. Cuando Holden le pregunta con quién sale, Stradlater le dice que con Jane Gallagher. Holden no lo puede creer y le cuenta que ella fue su vecina durante un verano y que solían jugar juntos al ajedrez. Recuerda en voz alta que ella siempre dejaba los reyes en la última fila sólo por el gusto de verlos ahí.. Y cuando Stradlater está por salir le dice: Pregúntale si sigue dejando sus reyes en la última fila. Lo que me gusta de esa frase, ahora que la transcribo en castellano es justamente lo que en la traducción se pierde: "all her kings at te back" ese posesivo "her", como si, en realidad estuviera preguntando no tanto por el ajedrez en sí mismo sino por una manera de tratar a los reyes, a los hombres... de dejarlos esperando atrás, cada uno en su casillero. Me pareció una frase increíble. Es así con los clásicos: lo que impacta, lo que hace que uno detenga la lectura y diga: Éste es un grande, son estos pequeños respiros de la prosa, estos pequeños giros que uno encuentra aquí y allá como al descuido.

domingo, 27 de enero de 2008

And the winner is...


A casi 31 de enero y con la extraña sensación de que el verano debería estar llegando a su fin cuando, en realidad, recién empieza, anoto algunas impresiones sobre lo que fueron mis lecturas de verano.

Empecé con El desperdicio, creo que en Navidad. Me sigue pareciendo que, de todas las novelas que leí últimamente, es la que plantea la prosa que a mí má me interesa. Cuidada, ligermante poética, tiene un trabajo que me recuerda a Flaubert. Quizás -a pesar mío que intento escribir acciones y no lo logro- lo que me gusta es que se detiene en el interior de los personajes, que es una novela reflexiva y que entreteje esas detenciones en esa elaboración de un idioma que hace que uno pueda distinguir un estilo particular. A pesar de que al final la novela se desdibuja me gustó muchísimo y espero leer en breve El dock que me dicen, es mejor.

Seguí con Ciencias Morales. La devoré. Ahora, a la distancia y después de haber encontrado demasiadas reseñas en todos los suplementos culturales -deudoras del Premio Herralde- encuentro lo más interesante en la construcción del narrador. Ese es es el hallazgo de Kohan y ahí la celebro. Lo que no celebro tanto es la construcción de un sistema binario según el cual A (el colegio) vendría a reflejar o a ser B (el país) y los personajes a encarmar roles tan estereotipados. Hay escenas muy pero muy bien logradas, mérito de un narrador impecable. Las pocas pinceladas con las que se retrata a la madre o al hermano, las primeras escenas de María Teresa en el baño. El crescendo en violencia y obediencia de la novela construyen una trama que atrapa. Pero, insisto, me hubiese gustado alguna linea que hiciera fugar al novela hacia otros lugares. Un resto o un exceso que no la cerrara tanto.

Luego, entre la pileta y la siesta de San Javier leí La muerte lenta de Luciana B, regalo de Navidad que recibió Santiago. Guillermo Martínez es un escritor que me cae cada vez mejor. No sé por qué, ya que no lo conozco personlamente salvo por algunas preguntas para un nota que en su momento me respondió, pero me gusta el bajo perfil, el oficio, la cosa poco académica. Sin embargo, la novela se queda corta. La leí rapidísimo atrapada por la trama -y en ese sentido cumple- pero me faltó lo que evidentemente busco como lectora que es el trabajo con el lenguaje. La novela está escrita con un castellano ¿español? neutro -cercano al de la traducción- y salvo alguna referencia a cartoneros -lugar común en el que están cayendo muchos escritores últimamente- no hay nada que ancle la novela a algún espacio particular.

Y por último, El trabajo, de Aníbal Jarkowski. El título ya me predispuso bien. Me interesa el tema y por eso la compré, básicamente. Decisión escolar, si se quiere, pero quería ver qué pasaba enel texto con el mundo del trabajo. Y así la leí. Se puede hacer el foco en varios ejes: la relación sexo y trabajo, arte y realidad, la tolerancia al hiperrealismo, el cuerpo como objeto a descifrar... en fin. Me encantó. Me gustó como estaba escrita, el mundo que retrata, la construcción de los personajes y la trama que obliga a seguir leyendo. El mundo de "las chicas" en las grandes corporaciones y "las chicas" como mujeres que tienen que prostituirse... sobre todo me gustó el retrato del universo del trabajo como una comunidad de mujeres. La división de género en relación al empleo. Sí: si tuviera que hacer una lectura de la novela -algo más reflexiva que estas meras anotaciones- ahondaría en la manera en la que el trabjo se divide según sea hombre o mujer quien lo ejerce y lo busca. El trabajo como un espacio de deseo y a la vez un espacio repudiado. "Tener trabajo" como la justificación de las propias acciones y de la propia vida. Y, lamentablemente, la imposibilidad de salirse de ahí de la protagonista -ya sea en la oficina, en el burlesque... salvo, quizás, en el espacio mítico de la tiendita del padre. Sórdida. Pero excelente.

lunes, 21 de enero de 2008

Ya está en su kiosco

Chiquito pero gastador
Por Carolina Esses

Plazas blandas, restaurantes para bebés, DVDs interactivos, sonajeros lumínicos o musicales, móviles que repiten la voz grabada de la madre, sitios web, una rutina compartimentada en clases de natación, grupitos de actividades... El recién nacido que lentamente abre sus ojos al mundo no se encuentra sólo con la mirada amorosa de mamá, papá y abuelos sino con un mercado que lo espera con los brazos abiertos, ávido por mostrarle todo su abanico de productos y servicios.
Aunque–si los padres son de esos fanáticos que enarbolan la bandera de la estimulación temprana- quizás la experiencia del pequeño haya comenzado antes, en el sexto mes de embarazo, cuando el desarrollo de la capacidad auditiva permite que se le compre alguno de los kits prenatales. Se trata de un cinturón ajustable a la panza de la madre, en cuyos bolsillos se colocan dos parlantes para que el bebé reciba en todo lugar los acordes de Mozart o de otras músicas favorables para su desarrollo intelectual y creativo. Pero no sólo esto. El kit completo trae un micrófono para que mamá y papá puedan comunicarse con el pequeño en formación. Los nombres de los portales de internet que los comercializan hablan por sí solos: prenatalsmart.com, babyplus.com. Cuestan entre 180 y 700 dólares y prometen bebés con un plus de inteligencia.
Es que el auge de productos para bebés viene de la mano de una palabra: estimulación. “Porque un bebé estimulado, es un bebé feliz”, reza la literatura sobre el tema. Pero cuando el concepto comenzó a circular a principios del siglo XX tenía que ver con el contacto corporal de madre e hijo. Con la voz, con las caricias, con el amamantamiento. No con el consumo. Hoy la palabra “estimulación” aparece en el envase de cuanto objeto tenga la aspiración de venderse. Así, el pequeño se sumerge en las mil y una actividades que le propone lo que antes era una manta sobre la que se esparcían los chiches y ahora es una manta didáctica o un gimnasio -palabra extraña asociada a la rutina de un bebé de tres meses. Panza arriba, el pequeño en el gimnasio no se aburrirá jamás: luces, sonidos, objetos texturados por donde se mire. Según los especialistas en psicología infantil, detrás del consumo de estos productos lo que está en juego es el deseo de los padres de tener hijos extraordinarios. Pero la sobre exposición de los bebés a una variedad excesiva de estímulos tiene sus bemoles. Puede generar niños ansiosos, que pierden fácilmente el interés por juegos y actividades.
Es cierto que los padres –ese plural deseoso por darle a sus hijos lo mejor- siempre ha sido presa fácil del mercado. Sobre todo los primerizos: segmento privilegiado en el consumo de productos para la franja que va de 0 a 3 años. Lo que cambió notablemente es el perfil de estas parejas de clase media que ahora superan la barrera de los treinta o treinta y cinco, que tienen uno o dos hijos, que trabajan y cuyo poder adquisitivo es más alto que el de aquellos jovencísimos de veinte que apenas podían con los gastos de la hipoteca cuando daban a luz al primero de cuatro hijos.
Hay quienes sostienen que la infancia tal y como la conocemos ya no existe o está en vías de extinción. “El consumo generalizado -decían Ignacio Lewcowicz y Cristina Correa en su libro ¿Se acabó la infancia? publicado por Lumen- produce un tipo de subjetividad que hace difícil el establecimiento de la diferencia simbólica entre adultos y niños. La infancia como etapa de latencia forjó la imagen de niño como hombre o mujer del mañana. Pero como consumidor, el niño es sujeto en actualidad; no en función de un futuro.” Para la lógica del marketing poco importa si somos bebés, niños, adolescentes o adultos; somos consumidores o no somos nada. Quizás el padre primerizo se desaliente al ver que su retoño deja de lado los sofisticados sonajeros y se inclina por envases vacíos o simples cubos apilados ¡Ánimo! Con tiempo y paciencia el niño comprenderá la importancia de tener el chiche último modelo. Televisión, publicidad, vidrieras y compañeritos de jardín mediante. Y nosotros, claro.

sábado, 19 de enero de 2008

No hay manera

de concentrarse en lo propio con banda ancha. Es como escribir en una librería donde apenas levantás la vista te encontrás con los miles de libros que existen antes que el tuyo, antes que vos. Y más: es como escribir rodeada de miles de otros -y por lo menos tres docenas de conocidos- que escriben a tu par. Y más: es como escribir en medio de una reunión de tías viejas que hablan y hablan de muchos de tus amigos, de algunos de tus conocidos y disimuladamente meten algún bocadillo en relación a vos. Por eso desenchufo la compu y me instalo en el living para escribir. Es demasiado. Si lo importante se cocina acá , no lo sé. Algo me dice que no. Pero esto, de nuevo, hace meses que llena las secciones de los suplementos literarios. Somos muchos y yo no creo ser tan cool como para competir a la hora de exhibirme. Estas cuestiones las pienso mientras debato si seguir o no con este blog. Y no encuentro "etiqueta" donde guardar estos piccolli pensieri.

Ilusiones

Algunos escritores dicen que llega un momento en el que los personajes de sus novelas comienzan a hablar solos, es decir, ellos le dictan al escritor el texto. Quiero tener esa epifanía.

viernes, 18 de enero de 2008

jueves, 17 de enero de 2008

Probando otros colores

y poniendo límites: el 1 de abril quiero tener un primer borrador de la novela que pospongo y pospongo y pospongo. Y sin embargo tengo.

miércoles, 2 de enero de 2008

Unos días en la paz de San Javier...




Alrededor del 15 este blog tendrá nuevas y extravagantes entradas.