lunes, 29 de octubre de 2007

Rosario: jóvenes y hermosos



Como suele suceder con estas fotos uno no sabe bien los nombres de todos, así que aquí van algunos de los que sí conozco: 1- Ariel Schettini asomándose, Paula Bertua, Lúcia de Leone (Lu) y Patricio Fontana, yo en el medio con la sonrisa del recién llegado. 2- En la mesa, al ladito del río Kety Fangman, quien escribe, Silvio Mattoni, Cecilia Pacella, Julio Premat, Claudia Román, Gloria Bustos, Adriana Canseco, Carlos Surghi, Patricio Fontana y Lu sacando la foto (aquí sí están todos). Estábamos lindísimos, con nuestras ponencias bajo el brazo y el pacú en el plato.

domingo, 28 de octubre de 2007

Lo mío es la literatura pero...

Son las cuatro de la tarde de un día de elecciones y todavía no prendí la radio ni la tele, enfrascada en un artículo que quiero terminar. Y es raro. A mí que siempre me alegran los días de elecciones y que con una sonrisa hago la cola para entrar al cuarto oscuro, esta vuelta me encontró desganada con muchas ganas de olvidarme del asunto y volver a casa sin el bendito sellito en el documento. Seguramente habrá a quien estas lineas le resulten ingenuas como diciendo ¿ahora te das cuenta? pero no puedo dejar de pensar que lo que sucede con estas elecciones es muy extraño. Probablemente sea el reflejo de la crisis de los sistemas democráticos de la que tanto se habla. No sé. Sentir que quien gana es la extensión del presidente actual, que no importa qué boleta uno deposite en la urna los dados ya han sido arrojados sobre el paño verde -y no verde esperanza- es al menos perturbador. O quizás estoy probando el sabor de la cotinuidad... es decir, la sensación de que por primera vez -como me decían ayer- no hay que barajar todo de nuevo sino seguir para adelante. Algo me dice que no o que esa continuidad está armada para proteger una forma endogámica de gobierno: siempre los mismos y ahora siempre los mismos y de la misma familia.
En fin, sigo con lo mío. Que como en el caso de todos es también la política.

jueves, 25 de octubre de 2007

Los índigos de Alejandro Mendez


URIEL (10 AÑOS)

Elige ese rincón
abandonado
de la casa,
junto a las botellas
de lavandina,
con el abrigo gastado,

en silencio.

¿Hablando con las
botellas?

El gesto
telekinético
espanta al gato
escondido
en el armario.

La botella de
lavandina asciende
amarilla
lenta

abducida.




NUEVE



Una noche oscura y fría
aceptaba la ida.
Yo en bombacha y remera esperaba tus besos
lloraba y los abrazaba en el tiempo que quedaba
mientras la ida llegaba.
A las 7 AM ¡Me desperté!
la casa estaba silenciosa
no se veía nada, absolutamente nada
ya no estaban.

Candela a los 11 años
De Chicos índigo, Alejandro Mendez, Edit. Bajo la luna, 2007.



Chicos índigo podría venir acompañado por un CD de música electrónica, por un holograma o por un traje plateado de astronauta. En lugar de eso, Chicos índigo, el tercer libro de Alejandro Mendez, viene sólo o en mi caso con una dedicatoria: “Con todo afecto te dejo al cuidado estos índigos; a tu atento y amoroso cuidado”. Como si me entregara uno de esos sea monkeys que esparcíamos como polvo en un frasco con agua y después veíamos crecer, maravillados con esa posibilidad de la vida -¿animal? ¿vegetal?- así me llevo entre tapas amarillas a Uriel con sus poderes telekinéticos, a Lola, a Candela que espera el momento de la ida –¿de los padres? ¿de sí misma?-a Julián en su carrera de natación contra Pablo a Michelange que viaja al futuro de sus 35 años.
Mucho se ha escrito en la poesía argentina de los últimos tiempos sobre la infancia. Sin embargo este libro contiene una extraña novedad, algo que lo hace diferente, “futurible” para usar palabras del libro. Un estado de solipsismo, de aislamiento absoluto desde donde nacen las voces de cada “niño”. Cada uno de estos poemas brilla incandescentemente solo, aunque se quiera poner “estómago con estómago” o volver a vivir ese último campamento. Chicos índigo se ubica cerca del tono de Nabokov: Lolita, pero también Pálido Fuego, un tono de extraño distanciamiento como el del coleccionista de mariposas que mira extasiado cada uno de esos pares de alas que existen sólo para él debajo del nylon de su álbum.

viernes, 19 de octubre de 2007

¡Quiero ser María Moreno!

...entonces incursiono en el periodismo. Este es el comienzo de un artículo mío que salió en el último número de Caras y Caretas, vayan corriendo al kiosco: se agota

Si Gutemberg viviera

Eran esos libros pesados como ladrillos que nos obligaban a caminar encorvados en el camino a la escuela. Tenían entre seiscientas y setecientas páginas y parecían abarcarlo todo: matemática, historia, geografía, el hombre. El conocimiento era entonces, y hasta no hace tanto, un bloque bajo cuyo peso caíamos exhaustos al llegar a casa. Hoy que el saber ha dejado de alojarse en la taxativa definición de un libro, que las fuentes de información se han multiplicado casi hasta el infinito ¿qué ha quedado de los manuales?Si bien todavía se siguen editando libros de texto que abarquen, como antaño las cuatro áreas (Ciencias Naturales, Sociales, Lengua y Matemática) el 80% del mercado escolar se lo llevan los llamados “libros de área,” publicaciones de mucho menor volumen y mayor rotación que más que regirse por aquel proyecto educativo del Estado-Nación que propiciaba escuelas grandes como iglesias parecen responder a las feroces leyes del mercado...

martes, 16 de octubre de 2007

Uno de Silvia Jurovietzky, mientras viajamos a Rosario

1-Dispersión

Los panaderos son
pequeños núcleos leves
y suaves como el alma.
El viento de primavera
inicia al pasar sobre los árboles
su andar redondo
de corcovas blancas.
En la ciudad hay gente
que levanta la mirada
para volver a bajarla.


2-Concentración

Un hombre viejo recoge
para la ilustración de un cuento
panaderos
los busca y los guarda
en una cajita azul
que abrirá mañana.

Así nos roza su historia
bajo el techo blanco del aula
cuando cierra el relato
sabido de memoria
y sopla su carga preciosa
que flota sobre nuestras caras.


3-Inhumación

abrir la caja del muerto
y que salgan los panaderos
que salga la muerte loca

juan recita
el árbol
de la buena muerte

juan danza por fin
el ritual de su hijo
quieto en una caja

el árbol
de la buena vida
tiene la misma corteza
áspera
pero sus hojas
se renuevan siempre
para caerse

¿el árbol es un regalo
como la buena muerte
es un engaño?

Silva Jurovietzky
de su libro Panaderos, Buenos Aires, Editorial Tierra Firme, 2007.


Nos vamos a Rosario!!
Quedan estos poemas, para que se vayan deshaciendo en las manos del buen lector, como los panaderos.

domingo, 14 de octubre de 2007

Identidades posmodernas

Qué extraño esto del blog, pienso, mientras abro ingenuamente la solapa de "View my complete profile" y me encuentro, otra vez, con el vacío de no poder saber -salvo, claro que uno integre el grupo de amigos del sujeto en cuestión- quién es en realidad el que escribe. "Es que lo importante es el texto" se podría haber escuchado por los pasillos de FILO hace unos años. Hoy, no estoy tan segura de que el sujeto real no sea también importante, pero sí estoy segura de que de golpe pareciera que toda aquella teoría posmoderna se hubiese transformado más que en realidad en una horrible pesadilla. Ya lo decía Sarlo los sábados en la cursada de Literatura Argentina II, allá por el 97: "Internet es una revolución". Gime y Lú probablemente lo recuerden mejor que yo.
Es un poco frustrante leer y no saber quién dice qué. Si es mi vecino/a, mi amigo/a o mi peor enemigo/a. O saber que hay quiénes sí lo saben, pero uno no forma parte de esa elite. Por eso a partir de hoy modifico mi "Complete Profile."

viernes, 12 de octubre de 2007

Mi amiga Mori, segunda parte


Me encantaba cuando la maestra daba los temas para las redacciones. Era como si sacara conejos de una galera. Hoy me gustaría que la composición fuera Mi amiga Mori y escribiría frases como que tiene flequillo, que usa bermudas con zapatillas y medias largas, que va de acá para allá con su hijo Mati, que es de Piscis, que vive en Garín un poco aislada del mundanal ruido y que, sólo por estas "nimiedades" se convirtió en mi heroína. Y sí, lo escribí, Mori. Chiquitito, pero acá está. El resto lo sabemos. Escritora, poeta, traductora, bla bla bla. Pero a mí lo que más me gusta es lo que podría usarse en una descripción escolar de Mori. No sé por qué.

El otro día quise pegar debajo del hermoso poema de Mori estas lineas pero algo en la compu fallaba y fallaba y al final quedó el poema, así, solo (como debe ser por otro lado) pero sin siquiera la aclaración de que se trataba de un "inédito" perteneciente al libro Corolario y otros poemas de una noche de alcohol.

Tampoco pude aclarar que la foto elegida era de Luna Paiva.








miércoles, 10 de octubre de 2007

Mi amiga Mori... Ponsowy


EN LA CUERDA FLOJA

La niña camina en la cuerda floja y sabe
que día y noche en el ancho mundo,
más allá de sus pisadas,
asechan para devorarla los espíritus.

Su miedo está hecho de banderas negras
y otros ojos, de cebras tristes
y un acróbata que tras la boca
oculta huesos, selvas arrasadas, fuegos,
sonrisas que se abren al vacío
desdentado de la muerte.

Es pequeña y blanda, no más grande
que otras que la miran desde abajo
con algodón de azúcar pegoteado
entre los dedos, envidiando
sus zapatillas rosas, el brillo
maquillado de su rostro.

Bajo reflectores, brazos extendidos
a los lados, avanza la niña en el aire alto
por la cuerda tan delgada, vence
el titubeo del cáñamo trenzado, evita
a cada paso caer en la visión
que se extiende arriba de ella, abajo,

en los centímetros más allá
de la línea que trazan sus pisadas.
Suena la orquesta, pedalea el oso,
marchan en dos patas los caballos,
de cabeza se para el elefante.
Y de la niña huyen ángeles y almohadas.

Tiene cinco años y un terrón de miedo
en el medio de la boca, a lo largo de la espalda
y en su temblor de cada noche cuando
la caída llama desde el centro de su alma.


Mori Ponsowy

domingo, 7 de octubre de 2007

¿Y si fuese el Capitán Frío?

¿Correrías de mi mano
sabiendo que detrás viene, no el destino
con su compasiva escala de valores
sino un villano dispuesto a barrernos
de la faz de la tierra?

miércoles, 3 de octubre de 2007

Las reglas siguen siendo las mismas


Pedro Mairal escribió un texto lindísimo sobre la adolescencia que se puede encontrar en El señor de abajo. Creo que me crié en un ambiente parecido al de Pedro sólo que en lugar de rugby había que jugar al hockey. Y yo era de esas que, como él, esquivaba la bocha y corría de acá para allá como si jugara.

Pero algo más. Más tarde me dí cuenta de que los personajes del micromundo que es la escuela se repiten idénticos en todos los ámbitos de la vida. La literatura, ese espacio secreto que a muchos nos salvaba del bochorno deportivo o de tener la piel demasiado blanca (acostada sobre la lona, debajo de la sombrilla, escribía feliz mi diario) no se salva a sí misma. Ahí están esperando los mismos actores. Los mismos grupos. Manadas de personas detrás de cada texto. No uno y sólo uno, sino toda una cantidad de seres que incorporan o expulsan, que construyen constelaciones cerradísimas. Quizás porque solos se necesita ser descollante para brillar en el pequeñísimo mundo en el que nos movemos.